miércoles, 29 de enero de 2014

No es un topo, es una víbora

Reza una frase atribuida a Nicolás Maquiavelo que hay que mantener a los amigos cerca, y a los enemigos aún más cerca. Me viene a la mente a raíz de las investigaciones cuasi inquisitoriales que ha puesto en marcha el Palau de la Generalitat Valenciana a causa de las filtraciones que han desvelado los desmanes económicos consentidos y/o promocionados por Alberto Fabra en la persona de su "estrecha colaboradora", su "amiga íntima", su "asesora personal"... la Secretaria Autonómica de Organización, Coordinación y Relaciones Institucionales de Presidencia de la Generalitat Esther Pastor. Se habla de la existencia de un topo en el Palau, y no va desencaminada la propuesta, aunque se me queda muy corta ante la magnitud del pseudocomplot que rodea a la figura del Molt Honorable. No es que haya un topo, sino más de uno, contando con que buena parte del funcionariado valenciano anda cabreado con la reducción de nómina o la pérdida de pagas extraordinarias de los últimos años, amén del comportamiento generalizado de un Gobierno despótico y cercano al absolutismo.
 Filtraciones ha habido siempre, bien por el puro interés del que 'coloca' la noticia o bien por la capacidad de los periodistas que buscan la misma; de hecho, la mayoría de informaciones 'de verdad' que atañen al ámbito político/judicial (dos sectores, por desgracia, cada vez más convergentes) provienen de filtraciones o rumores interesados. Ante ello, siempre hay que preguntarse qué gana el topo pasando ese tipo de información. ¿El simple gusto de descubrir hechos denunciables y supuestamente delictivos que ridiculizan a su jefe directo y lo ponen a los pies de los caballos Ante la opinión pública? ¿O hay que ir más allá?
Vayamos un poco más allá y recordemos que Alberto Fabra accede a la Presidencia de la Generalitat tras la dimisión forzada de Francisco Camps por el caso de los trajes dentro de la trama Gürtel. Desde la Alcaldía de Castellón y con el beneplácito de Génova se le sitúa como 'hombre neutro' al frente de la autonomía pero dentro de una maquinaria administrativa hecha a imagen y semejanza del otrora delfín de Rita Barberá; previamente, Camps se había encargado de cercenar las cabezas visibles -y las invisibles- de su predecesor, Eduardo Zaplana (el paso de José Luis Olivas por la Presidencia fue testimonial y anecdótico), así que con su indigna salida del cargo dejó de herencia a Fabra una Administración monolítica y 'campsista', que en parte no tragó con los nuevos aires reformistas del castellonense.
Así las cosas, y dejando aparte la existencia de topos que filtren material sensible acerca de los desmanes político/financieros de la administración valenciana, mantengo la teoría de que por encima de ellos existe, coordinándolos o incluso dirigiéndolos según una agenda perfectamente definida de aquí a la designación del candidato a las próximas Elecciones Autonómicas, algún/a personaje del mismo Partido Popular de Camps dinamitando la acción de Gobierno de Fabra desde dentro. Una víbora, vamos. Alguien capaz de traicionar a sus propios compañeros de partido -cuando no jefes- con tal de seguir medrando ante la vieja guardia del PP valenciano (sector Opus) y de ese modo revalorizarse cuando vuelvan a mandar 'los suyos'. Y no creo que desvaríe al pensar así dado el pelaje de los clanes que pugnan por el control del PP desde prácticamente su refundación desde la extinta Alianza Popular.
 Ahora que las tácticas de Torquemada han tomado el Palau para descubrir al topo -personalmente pienso que, desde Zaplana, esas tácticas nunca se fueron- y que se suceden los interrogatorios al estilo policial a funcionarios sin el correspondiente permiso de la Junta de Personal o el conocimiento de los sindicatos, creo que Fabra y su equipo yerran el tiro intentando cercar a un pequeño roedor, pues deberían buscar a la serpiente que, desde despachos más altos, ya ha clavado sus venenosos colmillos en el cuello del Molt Honorable.

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